Cinco
1
Hace cinco años el barrio desapareció. Pero no es por eso por lo que recuerdo la fecha. Hacia la tarde, miré por la ventana y más allá del helipuerto sólo había nubes. La tormenta había durado todo el día. Hoy he visto las nubes avanzando hacia el norte y me he dicho que en el barrio ya nunca llueve: vemos cómo cae el agua por las ciudades del cinturón sur, cómo se acerca la lluvia, pero luego se hace un lado y avanza por lo que yo creo que es Casa de Campo o por el Pardo. Aquí ya nunca llueve. Nada más pensarlo el viento me ha obligado a cerrar la ventana y un poco de lluvia ha salpicado los cristales. El cielo niega la mayor.
2
Hace cinco años llovió desde por la mañana como si el cielo se hubiera roto. El cielo y el suelo de Gran Vía eran del mismo color. Mientras esperaba a que me llamaran iba y venía por el open space, de la máquina de café a mi puesto de trabajo, de la sala de reuniones al baño, intentando no cambiar nada, no dejar nada a medias. Recuerdo que rompí algo pero no recuerdo qué. Recibí la llamada a medio día, justo antes de que comenzara lo peor de la tormenta.
3
La vida consiste en romper planes, o en ver cómo se hacen añicos. Primero aprendes a contar y luego, cuando ya es demasiado tarde, entiendes para qué. Vas contando a la vez que cronometras, tu voz suena segura, y en algunos momentos eso te hace pensar que lo que sucede es un reflejo de lo que tú controlas: el cronómetro y el conteo. Crees incluso que controlas la velocidad del taxi. Le dices al taxista: no hace falta que corramos tanto, vamos bien de tiempo. Mientras ella sólo piensa en el dolor, en el dolor de ese preciso instante y en el pánico a que el instante siguiente ya no sea como habíais planeado. Tú la calmas. Pero estás aterrorizado. En realidad nada de lo que hagas tiene sentido porque de alguna forma lo que va a suceder ya está escrito. Es como si ya hubiera sucedido sin que tú lo supieras.
Esto empezó hace cinco años y luego se ha repetido otras veces de diferentes maneras.
4
Recuerdo que fue hace exactamente cinco años. Una tarde como esta. En el hospital ya no había nada. Tú y ella. Más allá del helipuerto el barrio había desaparecido bajo la tormenta. Los médicos habían bajado la luz antes de salir un momento. Ella estaba de pie, desnuda, y yo intentaba calmarla. Casi bailábamos. Bailábamos de amor y bailábamos de miedo. Todo estaba planeado: la forma, el lugar, la ropa, la playlist de Spotify. Pero al final no pensamos en nada de esto, ni siquiera reparamos en la lluvia.
5
He contado esta historia de cientos de maneras diferentes durante los últimos cinco años. Cuando casi era de noche, dejó de llover. Se despejó el cielo. Tuvimos suerte porque aunque no sabíamos nada, todo fue según lo previsto. La verdad es que el niño casi no lloró, apenas musitó algo y quiso saciar su hambre cansada. Recuerdo el tiempo de espera a solas, aún en el paritorio, el olor de ella y de él, tan dulce y tan humano.
Se lo cuento de vez en cuando, le digo: Óliver, de tanto que llovía, hace cinco años que el barrio desapareció, fue el día en que tú naciste. A él le gusta escucharlo. Le gusta reconocerse en el niño que su madre y yo habíamos imaginado.
G.G.Q.
Madrid, 6 de julio de 2022