Aniversario pandémico

Pancartas en las ventanas de Vallecas. Mayo de 2020. Pancartas en las ventanas de Vallecas. Mayo de 2020.

Se ha decidido que ahora, estos días, hace un año de algo: del primer contagiado o del primer muerto, o del arranque de la primera ola. No sé quién se ha encargado de escoger la fecha, si es que hay una fecha concreta, un evento que marque el comienzo de las calamidades que llevan un año minándonos la moral. A mí se me ocurren varias conmemoraciones, más allá de las estadísticas y de las leyes y medidas adoptadas por el gobierno. Hay cosas que no sucedieron en un momento determinado, o al menos yo no fui consciente de ese momento. De repente ya había sucedido.

Pronto será el aniversario de cuando empezamos a aplaudir en los balcones, los artistas componían canciones, se escribían loas al personal sanitario, los famosos se llamaban por videoconferencia, se cantaba y se bailaba con un optimismo que nacía directamente de nuestra ignorancia, de pensar que esto duraría unas semanas, un mes y pico a lo sumo. Poco después se cumplirá un año también de cuando abandonamos los balcones y nos rendimos al cónclave del confinamiento domiciliario.

Me acuerdo de aquella primavera del año pasado: en realidad cuando comenzó yo no pensaba que fuéramos a rendirnos tan pronto a la tristeza. Hará un año pronto del comienzo de una epidemia que oculta otra si cabe aún más peligrosa: la epidemia de la ansiedad y la soledad, la pena continuada que calladamente se iban contagiando en los hogares en silencio, la que ha llevado a mucha gente a normalizar los ansiolíticos y los antidepresivos como se normaliza la cafeína —lo que equivale a normalizar que habrá quien ya no pueda ser feliz—. Íbamos a ser mejores, pero ya nos estábamos pudriendo. Pero había que mantener el ritmo, había que continuar con el día a día alimentando el consumo.

Hará un año pronto, aún no, pero pronto, del día en que alguien volvió a casa del hospital o de la residencia, en calidad de médico o de enfermero o de personal de limpieza, y se derrumbó pensando que ya no podía más y aún así ha seguido soportando el martilleo diario de los contagiados, el peso de la gente que sufre cuando en lugar de números tienen nombre y los conoces y les entiendes. Y luego estamos los demás, pronto hará un año para nosotros también, aunque no sabremos —yo no sé— decir cuándo: se iba muriendo la gente y los que quedamos nos íbamos rindiendo a esta especie de prisión, a lo cotidiano de las cuatro paredes sin cielo.

No recuerdo cuándo sucedió pero hará pronto un año de cuando aún íbamos a ser mejores personas y dentro de no mucho, también, hará un año de cuando nos dimos cuenta de que ya era imposible: no somos de ese tipo de gente. Abrimos la ventana y vimos las calles en silencio y nos dimos cuenta de que ya no éramos los que fuimos, no, pero además habíamos renunciado a lo que hubiéramos querido ser.

G.G.Q.
Madrid, 7 de marzo de 2021