Apunte sobre Ángel Ganivet
Le rescataron del río Dvina, en Riga, al que se había lanzado quizás empujado por la desesperación de una crisis espiritual —ya sabéis cómo eran estos tipos del XIX—.
Era el 29 de noviembre de 1898. Luego habría quien consideraría a Ángel Ganivet precursor de la generación literaria marcada por este año y quien le catalogaría como miembro de pleno derecho de la misma. Su correspondencia con Miguel de Unamuno constituye un diálogo epistolar que, junto con La España invertebrada de Ortega y Gasset, ayuda a dibujar una visión de España que más allá de ser acertada o no construye lo que a día de hoy vemos de nosotros mismos.
Quizás fue porque para entonces ya había perdido a todas sus amantes: hacia poco que Marie Sophie Diakovsky, Masha, se había casado con Wentzel Hagelstam. A ella le había escrito: «Méprise moi, insulte moi: je serais aveugle et sourd».
O quizás empapado aún por aquel baño gélido en el Dvina, pensó en el derrumbe definitivo de la España imperial, cuya cura parecía peor que cualquier enfermedad.«Si el fin de un periodo de reformas va a ser llegar a equipararnos, por ejemplo, a Bélgica, mejor es curarse en salud, es decir, mejor es no curarse y morir como hombres, borrarnos del mapa sin hacer nuevas contorsiones», había escrito. Aquella "grecia cristiana" que era España debía de ser imperio cultural o no ser.
El caso es que convencido de sus ideas y sus desamores, aquel mismo día del rescate, volvió a arrojarse al río Dvina sin que está vez nadie pudiera rescatarle y puso fin a su vida.
G.G.Q.
Granada, 27 de diciembre de 2020